El perdón
Lo siento
¿Existe alguien a quien sientes que no has podido perdonar? ¿Te has sentido alguna vez víctima de un silencioso pero agudo dolor emocional producto de una falta u ofensa recibida que no parece sanar con el tiempo y que no sabes como enfrentar?
Esto no es el cielo
En nuestro mundo imperfecto, bien sea por fallas en la comunicación, prejuicios, percepciones equivocadas o malas intenciones, todos sin excepción hemos sido ofendidos por alguien o hemos terminado ofendiendo a alguien. ¿Pero qué se puede hacer cuando esto ocurre?
La justicia y el perdón
Dios ha colocado en cada uno de nosotros un sentido de justicia, el cual se basa en la idea de que cada acción buena o mala cometida por una persona debe acarrear una consecuencia acorde a dicha actuación. Este sentido de justicia es el que nos impulsa automáticamente a querer imponer de alguna forma un castigo a una persona que nos ha ofendido.
¿Qué es el perdón?
El perdón es simplemente tomar la decisión personal de dejar sin castigo a la persona que te ocasiono un agravio. Es precisamente aquí donde muchas personas, al no entender bien la profundidad de este concepto, encuentran un obstáculo que les impide seguir adelante con este proceso de liberación personal.
El Perdón: Transferir el caso a otra instancia superior
El perdón te ofrece la posibilidad de tomar la decisión de transferir tu caso de ofensa personal a una instancia superior jurídica, en este caso a la justicia divina. Esta transferencia no implica que no se haya hecho justicia, si no que la situación esta fuera de tus manos liberándote de una obligación auto impuesta, permitiéndote experimentar una liberación emocional y personal.
¿Vale la pena castigar a tu agresor y no perdonar?
El supuesto castigo al que una persona ofendida somete a su agresor es algo que termina añadiendo aún más dolor y malestar emocional a la persona que recibió la ofensa. Esto es motivado a que al mantener vivo el dolor se crea un resentimiento que genera sentimientos negativos que traen un profundo malestar emocional a nuestras vidas.
El corazón y el perdón – Carga limitada por tiempo limitado
El corazón humano, centro de nuestras emociones, puede manejar cierto nivel de carga emocional negativa por un tiempo limitado. El recibir ofensas es una carga que nuestro corazón puede manejar en forma temporal y que debe salir lo más pronto posible de nuestra vida ya que perturba y extralimita la carga emocional que puede tolerar.
Examinando tu corazón
Hoy es el momento de examinar tu corazón y liberarte de cualquier resentimiento o raíz de amargura que se haya incrustado en tu corazón. No importa cuan difícil parezca ser, es posible perdonar si te lo propones.
El poder del perdón II
Dicen que ‘errar es humano y perdonar es divino’. Las doctrinas espirituales siempre lo han afirmado… pero ahora la ciencia confirma que perdonar ofrece grandes beneficios para la salud y la calidad de vida
Por más de 10 años, Daniela, una ejecutiva de 48 años, se entregó en cuerpo y alma a una empresa que, al final, le dio la promoción por la que ella tanto trabajó a una colega más joven. ‘Cada vez que pienso en eso me amargo. Me duele admitirlo, porque nunca me creí capaz de sentir algo así, pero odio a mi ex jefe’, confiesa.
Vanessa, una artista gráfica de 38 años, logró escapar de un régimen totalitario, donde fue interrogada y acosada por vecinos convertidos en agentes del gobierno. Ella asegura que jamás podrá perdonar a quienes fueron sus verdugos sicológicos.
’Durante muchos años viví en el terror, y eso es algo que no puedo olvidar. Pienso que si perdono, estoy exonerando a esas personas y, de alguna manera, le estoy faltando el respeto a todo el que sufrió como yo’.
Atrapadas sin salida
Como demuestran estos tres casos, la incapacidad de perdonar lo mismo puede ocurrir en un caso sencillo como el de Alina —que ha convertido un error de la adolescencia en un juicio total e inmutable de su hermana—como en uno tan terrible como el de Vanessa, que durante años sufrió sicológica y emocionalmente, y hasta temió por su vida.
Cada una se siente perfectamente justificada en su posición. De alguna manera, ellas sienten que al negarse a perdonar a estas personas, las están ‘castigando’ o, al menos, que imparten justicia. En otras palabras: consciente o inconscientemente, creen que olvidar el pasado de alguna manera ‘libera’ a sus victimarios de sus culpas. ¿La realidad? Son ellas quienes, al mantener vivo el rencor y el resentimiento, quedan atrapadas en esos sentimientos negativos, que afectan su paz mental y su salud. Perdonar las liberaría a ellas, no a sus ‘verdugos’, como les llama Vanessa. Además, el doctor Douglas Kelly, de Arizona State University, que trabaja con las parejas para ayudarlas en el proceso de sanar su relación, aclara que ‘perdonar no quiere decir que aceptamos las malas acciones de otros, o que estas no tienen consecuencias; perdonar es terapéutico…’
Porque como los sicólogos y los maestros espirituales de todas las religiones nos recuerdan, perdonar es algo que hacemos por nosotros mismos, no por la persona que nos hirió. Este concepto no es difícil de entender; sin embargo, muchas personas no captan su significado más profundo.
Carga tóxica
El rencor no es un sentimiento agradable. Cada vez que pensamos en la persona o en la circunstancia que lo provoca, volvemos a experimentar todas esas sensaciones desagradables que originalmente vivimos: ira, impotencia, frustración, dolor, ansiedad… Esa carga tóxica inunda nuestra mente y recorre nuestro organismo, y no hay que decir que esto no conduce a la felicidad, sino todo lo contrario: nos llena de amargura. ¿Te imaginas los estragos que esto causa en tu salud? Presión arterial elevada, dolor de cabeza, indigestión, calambres causados por la tensión muscular… Esto es solo parte del precio que pagas al no perdonar. Pero nada se compara con el daño que te causas en el plano emocional, porque el odio y el rencor apagan el espíritu; te quitan la energía vital positiva. Irónicamente, por ellos sigues siendo una víctima —esta vez voluntaria— de aquello que tanto te hirió en el pasado.
Como explica Caroline Myss, la famosa intuitiva médica, autora del best seller Anatomía del espíritu: mantener vivo el rencor es como si te hubieran hecho una herida física, que ya hubiese sanado, y a cada momento volvieras a abrirla, para sentir lo terrible y dolorosa que fue. Por algo dice un viejo proverbio chino: ‘La persona que quiere venganza, debe cavar dos fosas’.
Perdona… por ti
Sabemos que el perdón es uno de los fundamentos de todas las religiones del mundo. Pero ahora también la evidencia científica demuestra que perdonar tiene un efecto positivo en la salud y en la calidad de vida en general.
El doctor Frederick Luskin, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en California, es fundador del Stanford Forgiveness Project, que estudia los efectos del perdón en el ser humano. Luskin también es el autor de Forgive for Good (traducción libre: Perdona para siempre). El afirma que perdonar nos libera para vivir a plenitud y con salud de mente, cuerpo y espíritu.
’Uno de nuestros estudios reveló que la persona promedio que aprende a perdonar, eleva su vitalidad, su apetito, sus patrones de sueño y su energía en un 15 por ciento’, explica. ‘Hemos aprendido que todo aquello que nos ayude a reducir la ira, el dolor y la depresión, puede reducir también la presión arterial y hacer a las personas más optimistas, energéticas y vitales’.
El resultado de las investigaciones demuestra que perdonar de corazón:
? Disminuye los niveles de ira y hostilidad
? Aumenta los sentimientos de amor
? Mejora la habilidad de controlar la ira
? Aumenta la capacidad de confiar en otros
? Nos libera de los sentimientos negativos asociados a eventos del pasado
? Nos permite dejar de repetir ciertos patrones negativos
? Mejora la salud en general
? Demuestra una mejora significativa en los desórdenes de índole sicológica.
Si perdonar es algo tan positivo y terapéutico, ¿por qué hay personas que no logran hacerlo genuinamente, de corazón?
“Nos han enseñado a sentir ira, a sufrir de depresión… pero nadie nos enseñó a perdonar’, dice Luskin. Afortunadamente, existen técnicas para aprender a liberarnos de los rencores del pasado.
El camino a la sanación
Perdonar no es una solución instantánea, sino la culminación de un proceso interior que toma tiempo y debe llevarse a cabo de forma consciente y voluntaria, nunca para complacer a otros o para acallar nuestra propia conciencia. Luskin, que además creó un sistema de varios pasos hacia el perdón, ofrece una fórmula breve para iniciar el proceso.
1Cambia la historia
’Las personas tienden a ver lo que les pasó como algo catastrófico. Yo les sugiero que hagan lo contrario’, explica Luskin. ‘Que en vez de hablar de la cosa tan terrible que les hicieron, hablen de lo que pueden hacer para lidiar con la situación, de cómo la están manejando, y de qué manera están creciendo y aprendiendo de ella’.
2Maneja el estres
Es necesario tener un sistema de manejo del estrés, ya sea la meditación, la visualización o una técnica de respiración… Por ejemplo: respirar con el diafragma, concentrar la atención en el corazón para practicar la compasión, o rezar por la otra persona, como recomienda la doctrina cristiana, reduce la reacción del sistema nervioso y nos pone en contacto con nuestro lado espiritual. En el momento mismo en el que aparece el pensamiento negativo, hay que reconocerlo: ‘Oh, de nuevo siento rencor’. Según Luskin, ‘ese es el momento de acudir a una práctica antiestrés’.
3Aclara tus pensamientos
’Muchos tienen una idea distorsionada de la vida, de cómo debe ser el mundo y de lo que este les debe. Hay que aceptar que no siempre podemos obtener lo que deseamos’.
Si deseas adentrarte más en el proceso, piensa en estos pasos:
Descubre tu ira
? ¿Has reconocido tu ira?
? ¿Ha afectado esta tu salud?
? ¿Te obsesiona el daño que te hicieron o la persona que lo causó?
? ¿Este evento ha cambiado tu vida, o tu visión de la vida?
Decide perdonar
? Acepta que la actitud que has mantenido hasta ahora, no ha funcionado.
? Ábrete a la posibilidad de iniciar el proceso de perdonar.
? Decide perdonar.
Trabaja hacia el perdón
? Trata de entender lo ocurrido.
? Cultiva la compasión.
? Reconoce y acepta tu dolor.
? Ten un acto de bondad con la persona que te hirió, como una forma de honrar tu decisión de sanar tu espíritu.
Libérate de la prisión
? Reconoce tu necesidad de perdonar.
? Acepta que no estás sola.
? Descubre el propósito de tu vida.
Como seres humanos que somos, todas nuestras limitaciones provienen de nuestra psique herida. Esta herida puede haber sido intencional o accidental, pero el hecho es que menoscaba nuestra vitalidad. La cuestión es que, si ha sido lo suficientemente grave, el trauma invade toda nuestra vida… y la arruina.
Somos criaturas diseñadas para absorber y transmitir amor, y cuando resultamos víctimas de un acto ofensivo, cuando algo o alguien ensombrece nuestra capacidad de amar, sangramos.
Los territorios en guerra, las cárceles, las instituciones mentales, son los sitios donde se reúnen los heridos. Allí es donde la sociedad envía sus almas rotas. Aquellos que recuperen su capacidad de amar, emergerán de esos lugares de desolación. Quienes conserven la amargura, nunca saldrán de esas prisiones, aunque hayan sido liberados físicamente.
Las personas que se mantienen enteras están consagradas a su capacidad de amar. No son capaces de matar, herir, dañar o mutilar a otro porque no han perdido su poder de ponerse en el lugar del otro. No utilizan su ideología para hacer daño a los demás, no importa cuán arraigada pueda estar esa ideología en sus tradiciones. Ninguna ideología supera a sus ideales de amar y servir al prójimo.
La cura para superar las heridas psíquicas es el perdón. Cuando perdonamos, expresamos compasión y liberamos nuestra bondad. Cuando usted perdona, el poder de su amor se extiende para sanar la imagen, el recuerdo o a la persona misma que dañó su autoimagen en el pasado y que le inculcó la falsa convicción de que usted se hallaba disminuido, debilitado y apresado.
Los que han sido heridos, a su vez devuelven el golpe hiriendo a otros. Extienden sobre otros la sombra de su propia pena. Desperdigan el desamor que parte de su psique maltratada. Se convierten en hilos conductores del veneno que ellos mismos odian.
Toda forma de malicia, mala voluntad y crueldad disfrazada bajo el nombre de algún noble ideal, surge de aquellos que hablan en nombre de su propia rectitud; la crucifixión de Cristo no habría ocurrido jamás de no ser por el sentido distorsionado de lo que es correcto que ostentaban sus perseguidores.
Si una acción es cruel, no hay nada en el mundo que la justifique, puesto que hacer daño a otros es dañarnos a nosotros mismos. Sembramos pena a nuestro paso. Derramamos dolor ante nosotros.
¿Cómo perdonar lo imperdonable? ¿Cómo desprender el cuchillo de la mala voluntad clavado en nuestros corazones? ¿Cómo liberarnos del resentimiento que nos ha atormentado durante años?
Puede hacerlo comprendiendo que el perdón es curativo para usted. Corta las amarras del karma. Es un acto de amor a sí mismo. El perdón cura la pena, trae reconciliación a lo que se ha quebrado dentro de uno, y hace posible la sanación.
Un acto de perdón uede ser silencioso. De hecho, tiene poco que ver con la otra persona. No importa si ésta se entera o no de la liberación que usted experimenta cuando se despoja de su ira, alimentada durante tanto tiempo que ya no recuerda ni cuándo comenzó.
Cuando usted perdona, libera… se libera a sí mismo. Se libera de sus lazos con la pena. Se libera de la aversión que aquel acto doloroso le causó. Y cuando logra ésto, ocurre algo mágico: usted se siente libre.
No interesa en absoluto si la otra persona o el suceso penoso merecen su perdón. Se trata de que usted se desprenda de su propia telaraña de negatividad. Cuando usted perdona, restaña la herida. Cuando olvida, abre su corazón y recobra su capacidad de amar. Y cuando usted aprende a amar, su vida se abre de par en par a un sueño glorioso. La pregunta nunca es si usted debe o no debe perdonar… en vez de ello, la pregunta siempre será ésta: ¿no se merece ser feliz ahora dejando el pasado atrás?
Yo defino perdonar como la experiencia de paz y comprensión que se siente en el presente. Se perdona al confrontar las reglas rígidas que uno(a) ha trazado para el comportamiento de los demás, y al enfocar la atención en las cosas buenas de la vida, no en las malas.
Perdonar no significa olvidar o negar las cosas dolorosas ocurridas. Perdonar es la poderosa afirmación de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado.
Uno de los mensajes centrales de mi enseñanza para perdonar es que hay tres componentes principales que motivan la creación de largos y dolorosos resentimientos:
Tomar la ofensa exageradamente personal
Culpar al ofensor por nuestros sentimientos
Crear una historia de rencor
En este libro reviso cómo se forman los rencores, por qué llevarlos a cuestas es nocivo, cómo perdonar y cómo evitar herirse de nuevo, dejando atrás dolores pasados y construyendo mejores relaciones.
Piense en alguna herida personal para así darse una idea de cómo lo aflige ahora. Cierre los ojos y piense en aquel doloroso suceso por un momento. Cuando recuerde claramente lo ocurrido, piense o escriba brevemente un resumen sobre aquella experiencia. Cuente la historia de lo que pasó, en el papel o en la cabeza.
Ahora analice lo que pasa cuando piensa en ello hoy. Por ejemplo, ¿cuál es su pensamiento más recurrente al recordar el suceso? Luego tenga en cuenta cómo se siente y fíjese cómo reacciona su cuerpo al revivir el dolor.
Una vez consideradas sus respuestas, por favor responda a las siguientes preguntas:
1. ¿Piensa usted en esa dolorosa situación más de lo que piensa en las cosas buenas de la vida?
2. ¿Al pensar en ello siente incomodidad física o alteración emocional?
3. Cuando hace memoria sobre el particular, ¿lo hace con los mismos pensamientos?
4. ¿Repite la historia una y mil veces en la cabeza?
Debe quedar claro que los rencores no son señal de enfermedad mental. Sentirse herido(a) tampoco es indicio de estupidez, debilidad o falta de autoestima. Sencillamente significa que no se está preparado(a) para afrontar las cosas de otra manera. Sentirse herido(a) en la vida es normal pero difícil, y casi todos creamos rencores en algún momento. Sin embargo, que sean comunes no significa que sean saludables.
Por más preparación que se tenga para perdonar, hay momentos en que es útil -hasta necesario- sentirse molesto(a). Puede ser que algún límite personal haya sido violado; podemos hallarnos en peligro o haber sido maltratados. Aun así, las situaciones que exigen reaccionar con molestia son muy pocas. Reaccionar movidos(as) por el dolor sólo ayuda cuando ello soluciona el problema.
Ceder el poder
El error más grande que se comete bajo el efecto de las sustancias estresantes es culpar de nuestra molestia a la persona que nos lastimó. Al culpar a otros por nuestros sentimientos, les cedemos el poder de controlar nuestras emociones. Seguramente tal poder será mal usado y seguiremos heridos(as). Es alarmantemente alta la cantidad de personas que le ceden poder a aquellos que nos los quieren.
Sentirnos mal cada vez que pensamos en la persona que nos lastima se vuelve costumbre y nos hace sentir víctimas de alguien más poderoso. Responsabilizar a las personas por sus acciones no es lo mismo que culparlas por nuestros sentimientos.
¿Está usted contando la historia de un rencor?
He aquí unas preguntas que le ayudarán a decidir si la historia que ha estado contándose a sí mismo(a) y a los demás es una historia de rencor:
1. ¿Le ha contado su historia más de dos veces a la misma persona?
2. ¿Recuerda mentalmente los sucesos más de dos veces al día?
3. ¿Le habla a la persona que lo agravió, a pesar de no tenerla presente?
4. ¿Se ha propuesto contar la historia de su molestia sin alterarse, pero de repente se agita inesperadamente?
5. ¿La persona que lo lastimó es el personaje central de su historia?
6. ¿Al contar su historia se acuerda de otras cosas dolorosas que le han sucedido?
7. ¿Se concentra su historia en su dolor y en lo que perdió?
8. ¿Hay un villano(a) en su historia?
9. ¿Se ha propuesto no volver a contar su historia y luego rompe la promesa?
10. ¿Busca a otras personas con problemas parecidos para contarles su historia?
11. ¿Su historia sigue igual con el paso del tiempo?
12. ¿Ha revisado los detalles de su historia para constatar que sean precisos?
Si respondió afirmativamente a cinco de las primeras 11 preguntas, o respondió NO a la pregunta 12, hay buenas probabilidades de que su historia sea de rencor. Pero no pierda la esperanza. Una historia se puede cambiar tan fácil como se creó.
¿Qué es el perdón?
Se habla mucho acerca del perdón, pero, en realidad, ¿Cuántas personas poseen las virtudes para perdonar? Es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida. Es algo que damos a otras personas y algo que aceptamos para nosotros.
El perdón es un acto que involucra tu fuerza de voluntad con el que te das cuenta que está en tu poder desprenderte de algo que te roba energía o tranquilidad.
Edgar Cayce, cuyo trabajo de vida lo llevó a ser el llamado “místico más grande de América y padre de la medicina holistica”, descubrió en un muestreo de más de mil 436 lecturas de vidas pasadas, que las razones por las que las almas más se retrasan en su evolución se relacionan con el odio y el resentimiento, es decir, por no perdonar.
De acuerdo a estudios médicos contemporáneos se ha concluido que el odio y el resentimiento son una de las principales causas del cáncer. Existe evidencia de personas que han sanado cuando han perdonado o se han perdonado así mismas.
En terapia de vidas pasadas. Terapia emocional, programación neurolinguística, y en otras terapias, el perdón es un tema obligado indispensable para sanar y evolucionar. Existe una gran variedad de formas para llegar al perdón, pero es necesario, para que funcione, que las personas se encuentre convencida de que es favorable perdonar. Es decir, no perdonar sale muy caro, energéticamente hablando.
Antídoto contra el veneno del resentimiento.
La frase “perdonar y olvidar” puede ser muy significativa. Alguien puede hacerte daño, hacerte una jugarreta o traicionarte, y eso te convierte en víctima. Sin embargo, si tú permites que ese alguien te haga lo mismo nuevamente, aparte de ser víctima te conviertes en cómplice. Piensa eso. Sí, es necesario perdonar el dolor, pero la lección deberá ser recordada, de otra forma el patrón continuará.
Existe la idea errónea de que para perdonar necesitas mantener la relación. Perdonar simplemente significa que el perdonante pueda ser amable y cooperativo. Sin embargo, es necesario hacerse el mejor amigo de esa persona o mantenerla en tu vida. El acto del perdón pone el dolor original en un contexto de sanación y se evita crear otro escenario como víctima.
La persona necesita evitar ser víctima o que la otra persona sea su víctima. Es conveniente aprender a perdonar a los demás, sin embargo, no hay control sobre el perdón de otros hacia nosotros. Eso es asunto de ellos.
Un aspecto valioso de perdonar consiste en cortar las ataduras o cadenas que conectan a personas de forma negativa. Los que no desean perdonar a otros son prisioneros de su propio odio. Ese odio se convierte en veneno. Perdonar es el antídoto… Con el tiempo todas las almas llegan a comprender que el perdón – tanto a nosotros mismos como a otros- posee cualidades indispensables para nuestra sanación.
Una vez leí: “Cuando alguien nos lastima, debemos escribirlo en la arena, donde los vientos del perdón puedan borrarlo, pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en piedra donde ningún viento pueda borrarlo. Aprende a escribir tus heridas en la arena y grabar con piedra tus aventuras”.