Describe la amplitud del universo
y de qué manera otras civilizaciones pueden visitarnos con una duración prudencial de viaje. Comenta que todo y todos somos parte del Creador porque somos su manifestación, y propone una manera de comunicarse con ese todo.
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Esta práctica debemos sentirla más que analizarla. Como he dicho en muchas oportunidades, la mayoría de las personas tiene una noción teórica de lo que es nuestro universo, nuestro universo conocido. Saben la tremenda inmensidad del mismo pero verdaderamente ignoran el tamaño del universo.
Muchas personas hablan de años-luz, conocen lo que significa un año-luz pero realmente desconocen la distancia de lo que es un año-luz. Este prefacio a la técnica es válido en función del contacto posterior.
En este momento, para la física actual, la luz es lo más rápido del universo, pues se desplaza a casi 300.000 kilómetros por segundo, o sea, en un segundo da casi ocho veces la vuelta al planeta Tierra en su circunferencia y tarda un segundo y un cuarto en llegar a nuestro satélite natural, la Luna. Ocho minutos la luz del Sol tarda en llegar a la Tierra, que está a 150 millones de kilómetros orbitando alrededor de la estrella.
Esa misma luz, como he dicho en muchas oportunidades, tarda cinco horas y media en llegar a Plutón. O sea, que el sistema solar conocido en las últimas décadas del siglo XX tenía –porque hay planetas más atrás, planetas enanos pero planetas al fin- once horas-luz. Es el tamaño del sistema solar. Once horas luz, de punta a punta. O sea, que la misma luz que tarda poco más de un segundo en llegar de la Tierra a la Luna, ocho minutos en llegar del Sol y tarda más de once horas en recorrer el sistema solar a 300.000 kilómetros por segundo. La distancia es impresionante en función de que naves que fueron lanzadas hace décadas recién ahora están llegando a los bordes del sistema solar.
Me diréis: -Sí. ¿Y?
Y que para llegar a otro sistema estelar esa nave lanzada por la raza humana tardaría cientos de miles de años en llegar a otro sistema porque así como los últimos planetas de nuestro sistema solar están a poco más de cinco horas y media luz la estrella más cercana está a cuatro años y un cuarto luz de nosotros. Esa misma luz, que tarda poco más de un segundo en llegar de la Luna, tarda más de cuatro años en llegar a la estrella más próxima al Sol.
Tarda 100.000 años en recorrer nuestra galaxia de punta a punta, y 2.000.000 de años tarda la luz en llegar a la galaxia de Andrómeda, que es más grande que la Vía Láctea.
¿Hasta qué punto estamos aislados? La extensión del universo conocido se aproxima a los 81.000 millones de años-luz. Se expande, obviamente, a más velocidad que la de la luz puesto que este universo hizo su gran explosión hace 13.500 millones de años. Si se expandiera a la misma velocidad de la luz tendría que tener 13.500 millones de años luz de extensión y no 81.000 millones de años de expansión, como los astrofísicos dictaminan la distancia actual. O sea, que la expansión es acelerada debido a la energía obscura, que muchos todavía ignoran su composición.
Ni hablar que una nave con la mayor tecnología tardaría más de 100.000 años, a lo mejor, en llegar a una estrella próxima.
Existe en nuestro espacio un vacío dentro del vacío que no son los agujeros de gusano de los que hablan los científicos o los astrofísicos sino que son membranas invisibles que pueden ser detectadas con ordenadores o computadores que tienen una especie de radar o sonar con una tecnología mucho más avanzada que la que tenemos nosotros, unas grietas por las cuales pueden cortar camino. Por ejemplo, si nosotros viviésemos como seres bidimensionales –no tridimensionales como somos nosotros- como trazos en una carilla, si la carilla tiene veinte centímetros de largo y estamos en la mitad y quisiéramos pasar al otro lado como somos bidimensionales tendríamos que recorrer diez centímetros para llegar a la punta y diez centímetros por detrás para llegar a la otra mitad. Pero si nosotros fuéramos como somos, tridimensionales, le hacemos un agujero a la hoja y pasamos al otro lado inmediatamente sin tener que dar toda la vuelta. En un espacio tridimensional esa brana o grieta es como un agujero en el espacio para poder pasar al otro lado con una diferencia: en la hoja de papel o de cartón tú pasas únicamente al otro lado pero esos superordenadores del futuro en nuestro mundo -o en otras razas- pueden calcular, por la vibración de la superficie de esa brana –membrana o rasgadura espacial-, a dónde te lleva. O sea, que es aleatorio; no es que todas te llevan al mismo lugar sino alguna es una grieta que puede llevarte –a lo mejor- a 100 años-luz de distancia y otra a 10.000 años-luz. Entonces, lo que calcula el ordenador en esa grieta espacial es a qué distancia te lleva porque es la única manera de que otros seres puedan visitar la Tierra porque si no para ellos también sería un viaje imposible -como lo es para la tecnología terrestre en este momento- porque tampoco tenemos la tecnología para hibernar 100.000 años para llegar a otro sistema estelar sin ni siquiera saber si ese sistema estelar tiene planetas. Otra de las cosas en que los científicos se equivocan -y esto también lo he comentado en muchas oportunidades- es que la mayoría de los exoplanetas son gaseosos, no rocosos. Y es obvio que así sea porque los gaseosos son diez a treinta veces más grandes que un planeta rocoso y son los que se pueden percibir con un telescopio espacial al pasar por la estrella. Es lógico que así sea. Pero obviamente que ya se han descubierto cientos de planetas rocosos y la mayoría más grandes que la Tierra por una cuestión de visualización. Es lógico que así sea. Yo puedo percibir a decenas de kilómetros una gran montaña pero no un pequeño cerro. Es lógico que así sea.
¿Por qué este prólogo, este prefacio, de hablar de distancias? Porque nosotros sabemos -o por lo menos no científicamente pero sí a través de algo llamado contacto espiritual- que el universo es la manifestación del Creador. El universo es un 10% de su manifestación. O sea, no es que el universo contenga al Creador sino que el Creador se manifiesta en el universo, siendo el Creador mucho más que el universo, porque es solamente la manifestación de Él, pero no es Él.
Todo lo que está contenido dentro de ese universo -galaxias, púlsares, estrellas de neutrones, agujeros negros, sistemas estelares, planetas, seres, unidades biológicas- somos Él. Eso es lo que hay que entender. No somos nosotros unidades biológicas encarnadas o espíritus no encarnados parte de Él sino que todo es parte de Él porque el universo es la manifestación de Eón.
Entonces, así como la vez pasada comenté una práctica de contacto con nuestro propio espíritu, voy a hacer un pequeño ensayo, un prefacio, una introducción de cómo comunicarnos con el Creador, con esa esencia que nosotros tenemos dentro pero que también abarca el todo.
Cerramos los ojos. Nos mentalizamos que tenemos dentro de nosotros los Rayos Violeta, el Crístico Dorado y el Blanco con tinte azulado de nuestro Padre y Creador. Y nuestro espíritu, cual pensamiento, puede volar a límites insospechados, prescindiendo de los límites de la luz. Y con nuestra mente -que en realidad es el desplazamiento del concepto espiritual nuestro- podemos visualizar, con ojos mentales pero con una visión física -porque en nuestra memoria como seres físicos tenemos la percepción física pero no tenemos cómo experimentar la visión suprafísica; no tenemos la potestad del espíritu desencarnado de poder percibir a nivel conceptual porque, aun haciéndolo astralmente, ese contacto siempre lo vamos a hacer desde nuestra pequeñita experiencia, y aun haciendo un viaje suprafísico no podemos prescindir ni de nuestra visión -porque aunque estemos con los ojos cerrados podemos ver-, ni de nuestro oído ni de nuestro olfato- las estrellas.
Nos vamos distanciando. Podemos percibir puñados de estrellas. Nos vamos alejando. Podemos percibir nuestra galaxia en espiral con sus brazos girando levemente. Podemos percibir grupos de galaxias, de decenas de galaxias, y cúmulos de super galaxias. Y, con una mirada desde más lejos a millones y a miles de millones de años-luz, podemos percibir la totalidad de ese universo. Y si conceptualmente -o quizás artificialmente aceleráramos ese tiempo- veríamos que ese universo se va expandiendo en forma acelerada pero -¡Oh, paradigma nuevo!- en forma de latido. Esto significa con pequeños pulsos de millones de años -pequeños para nuestra percepción en este momento-, de expansión y contracción muy leve. La contracción es leve y la expansión también es leve pero todo eso se produce dentro de una expansión: el universo se va expandiendo aceleradamente gracias a la acción de la energía obscura pero hay como un pulso que late, el universo late como si el Creador tuviese un corazón conceptual que va latiendo: Tic, toc, tic, toc. Contracción, expansión, contracción, hasta que llegue un momento en que la materia obscura es la que va a ejercer su efecto y el universo va a empezar a contraerse dentro de miles de millones de años hasta llegar al Big Crunch -que es una nueva Singularidad- y el Creador deje de manifestarse. Pero no vamos a tocar esa parte. Vamos a tocar el pulso del universo: Tic, toc, tic, toc, como que latiera ese 10% de Eón manifestado.
Entonces, ponemos nuestras manos hacia arriba en nuestros muslos -arriba de nuestras rodillas-, como si Eón nos permitiera por su Amor y libre albedrío ponernos en su lugar y que nuestras manos fueran sus manos conceptuales y sintiéramos ese calor de ese universo que late en nuestras manos, figurativamente hablando. Pero para no estar en una postura incómoda dejemos ese concepto y visualicemos con nuestros ojos conceptuales ese universo. Y nos estamos comunicando con ese universo, que tiene ruidos de sus miles de estrellas -como cuando tú enciendes una fogata y escuchas el crujir del carbón-, que salta en decenas de pedazos de luces cuando el fuego parte al carbón. El universo también tiene ruidos. Y si nuestros oídos conceptuales -porque no es el oído físico- van a un punto más sutil también pueden escuchar un sonido, un sonido similar -para que tengáis en cuenta- al canto de las ballenas en el mar del planeta Tierra. No es exactamente así pero, para que tengáis un concepto aproximado, ése es el sonido de Eón: agradable, amoroso, maravilloso. Y uno, mentalmente, trata de emitir mentalmente también un sonido al universo de armonía, de paz, de prosperidad que inunde a todos los seres, a todas las unidades biológicas diversas a millones y millones de distintas especies que hay en el universo conocido. Y es una forma de contactarnos con Él porque Él está manifestado en todos los seres, en todos los mundos, y hasta en el vacío, en el supuesto vacío de la Creación.
Pero cuanto más nos contactemos con Él, más se contactará con nosotros. Es decir, Él está permanentemente en nosotros pero nosotros tendremos una apertura conceptual mayor para captarlo. De eso se trata, de que Él está en nosotros.
Pero, al abarcar conceptualmente ese enorme, gigantesco universo donde somos menos que una partícula, también seremos el todo porque tendremos una apertura conceptual para recibirlo en nosotros. Somos Él pero seremos más Él aún. Tendremos esa apertura para entender, comprender, captar, digerir que también en cada semejante está Él, nuestro amoroso Padre.
Dejemos de lado ahora conductas individuales, roles de ego, etc. No es ese el tema hoy. Entender que aun en las falencias, en los errores, en las equivocaciones, también está el Padre, para que podamos aprender a través de estas falencias pero no buscar excusas a través de ellas. En el Amor no existen justificaciones, existe el brindarse.
No es un ejercicio éste para que regresemos desde lo alto y entremos otra vez en nuestro cuerpo. Quedémonos mentalmente con esa visión majestuosa del puñado de puntos, del puñado de galaxias, del puñado de super galaxias, del puñado de cúmulos de galaxias, de la majestuosidad de ese universo. Y hagámonos cuenta, de forma imaginaria, como que con las manos cogemos todo eso y lo incorporamos dentro de nuestro pecho. Podemos hacer el gesto de incorporarlo o no, o lo hacemos mentalmente.
Respiramos hondo y lo tenemos dentro de nosotros el universo completo. Todo, absolutamente todo.
Respiramos hondo y podemos -de a poco- ir abriendo los ojos. Y sabemos que tenemos dentro de nosotros a nuestro Padre, a nuestro Creador. Nada más ni nada menos que a nuestro Creador.
Gracias por permitirme explicar este ejercicio.